Comentario
Frente al predominio urbano e industrial de al-Andalus, los dominios cristianos sólo pueden ofrecer una economía agrícola y pastoril carente de moneda propia, sin proyección exterior importante y destinada fundamentalmente a la alimentación, vestido y calzado de sus habitantes, es decir, a la satisfacción de las necesidades vitales. Lógicamente, en una sociedad en guerra permanente, el botín es parte fundamental de la economía. Su importancia puede ser entrevista en el hecho de que todavía en el siglo XIII, cuando los navarros intenten limitar los poderes del monarca extranjero, Teobaldo de Champaña, le recuerdan que tras la ocupación de la Península por los musulmanes, fueron los hombres de la montaña los únicos que ofrecieron resistencia a los nuevos señores de la Península y que si eligieron un rey, siguiendo el consejo del papa, de los lombardos y de los franceses, no fue sino para que buscase un acuerdo entre ellos a la hora de repartir el botín.Con la incorporación a los reinos y condados de numerosos mozárabes, la búsqueda de botín se mantiene pero aparece teñida o encubierta por un ideal gótico-cristiano: la población de las montañas se deja absorber culturalmente y hace suyas las ideas de los nuevos pobladores; el objetivo oficial de las campañas militares será la recuperación de los antiguos dominios visigodos y la restauración del cristianismo. Esta interpretación fue fácilmente aceptada y quizás, en parte, tuviera su origen en las circunstancias políticas del momento: las dificultades internas de al-Andalus habían permitido a los astures llevar sus fronteras hasta el Duero en connivencia con los muladíes sublevados en Toledo, Badajoz, Bobastro...Fueran cuales fueran sus orígenes y las causas que facilitaron la aceptación de esta idea, el reino leonés dispone de una ideología que no sólo justifica la guerra sino que hace del enfrentamiento armado con los musulmanes la razón de ser del nuevo reino visigodo y de cuantos como él se hallaban en guerra con los musulmanes, es decir, del reino de Pamplona, del condado de Aragón y de los condados catalanes.Al margen del botín, durante los primeros tiempos, tanto en los territorios occidentales como en los orientales debió de predominar la ganadería sobre la agricultura, lo que se explica por la situación geográfica de los dominios cristianos. Los avances hacia el sur harían posible el cultivo de cereales y viñedo; el comercio apenas supera el ámbito local o regional, y sólo la nobleza y los clérigos disponen de objetos de lujo procedentes en su mayoría de al-Andalus.Por lo que se refiere al reino asturleonés, la economía agrario-ganadera viene atestiguada por la equivalencia entre el sueldo de plata, el modio de trigo y la oveja, que se utilizan en numerosos casos como moneda real ante la inexistencia o insuficiencia de la moneda; y puede aceptarse con Sánchez-Albornoz que si esta economía no se degradó hasta el estadio de la economía natural fue porque detrás estaba la etapa de economía monetaria visigoda y porque el reino astur vivió en contacto con la Europa carolingia en la que se mantuvieron la artesanía y el comercio, aunque en niveles muy inferiores a los de al-Andalus, con el que Asturias mantiene relaciones económicas continuas, tanto comerciales como en forma de botín de guerra.La situación es similar, en líneas generales, en Pamplona, Aragón y Cataluña. En los condados de Pallars y Ribagorza, estudiados por Abadal, puede hablarse de una economía tendente a satisfacer las necesidades de alimentación, vestido y alojamiento, cuyas bases son la agricultura en las zonas prepirenaicas y la ganadería en la montaña. Del mismo modo que en el reino occidental, existen pequeños mercados agrícolas y se realizan numerosas compraventas, pero, al menos hasta muy avanzado el siglo X, los pagos se hacen casi siempre en productos. Sin duda, la situación era muy diferente en el condado de Barcelona, situado en la llanura. y Gaspar Feliú ha podido reunir más de quinientos documentos fechados entre el año 880 y 1010 en los que el pago se efectúa directamente en moneda, pero de esta enorme masa documental sólo algo más de sesenta diplomas son anteriores al año 970. La cantidad de moneda circulante aumenta a partir de la segunda mitad del siglo X, pero ésta se halla en manos de los monasterios y nobles que la invierten en la compra de propiedades agrícolas, cuyos dueños anteriores pasan a la situación de colonos. Las campañas de Almanzor llevaron consigo un enrarecimiento de la moneda y el regreso momentáneo a una economía seminatural en la que los pagos se hacen en especie, pero el botín logrado en las campañas realizadas al servicio de los eslavos sirvió para reactivar y relanzar la economía catalana, según ha demostrado Pierre Bonnassie. Pese a los paralelismos señalados entre la economía castellano-leonesa y la catalana, las diferencias entre una y otra son considerables: los condados orientales, incluyendo entre ellos el reino de Pamplona, son un lugar de paso entre dos civilizaciones, entre el mundo islámico y el carolingio europeo, y por sus tierras cruza un activo comercio que sin duda contribuyó a acelerar el paso de la economía natural a la monetaria. Por otro lado, mientras en León no existió una conciencia monetaria ni siquiera en el nivel político, como lo prueba el hecho de que se utilizaran el modio y la oveja como monedas de cuenta y que las primeras acuñaciones reales tuvieran lugar en la segunda mitad del siglo XI, en Cataluña, aun cuando se pague en productos por escasear la moneda, los bienes se valoran siempre en moneda, y tanto los reyes carolingios como, en el siglo X, los condes independientes acuñaron piezas en territorio catalán. La vinculación al mundo europeo permitió que sobreviviera la moneda, al menos como recuerdo. Los intercambios con al-Andalus, que disponía de abundante y fuerte moneda, hicieron que se activara la circulación de las piezas amonedadas, y la necesidad de los condes de señalar, mediante la emisión de moneda propia, su independencia respecto a los monarcas carolingios les llevaron a acuñar moneda de plata en el siglo X y mancusos de oro en el XI. Castilla-León no emitirán moneda de oro hasta después de 1172 y este hecho se relaciona, sin duda, con una menor actividad comercial, para la que eran suficientes los restos de moneda visigoda o sueva y las piezas acuñadas en al-Andalus o en el mundo carolingio, únicas que circulan en el reino leonés.